La Encíclica Laudato Sí y la crítica a la economía
En sus 190 páginas, la Encíclica resume el conocimiento actual sobre las causas y posibles soluciones a los serios desequilibrios ambientales que ponen en riesgo a la humanidad. Además de señalar la gravedad del cambio climático, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad, articula estos problemas con la exclusión social, la perpetuación de la pobreza y las desigualdades en el mundo actual. Construye un sólido argumento a favor de respuestas éticas a los problemas ambientales y sociales causados por el orden económico global actual.
La noción central que guía la reflexión es el bien común: "La suma total de las condiciones sociales que permitan a todas las personas, grupos o individuos vivir la vida que valoran”. Aboga por un nuevo orden global al servicio del respeto por la persona y el desarrollo de la colectividad.
Este nuevo orden económico requiere un cambio radical en la forma cómo se entiende y analiza la economía.
En las palabras del papa Francisco: "No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo? En esta reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo”.
La crítica se orienta no a la tecnología per se, cómo bien explica el Papa. La tecnología puede resolver muchos problemas que afectan a los seres humanos en áreas como la medicina, la ingeniería y las comunicaciones. El problema reside en el enfoque que orienta el desarrollo y el uso de las tecnologías: posesión, manipulación y transformación de la naturaleza, la cual es entendida como materia para la explotación humana. Esta visión establece una relación de confrontación entre los seres humanos y la naturaleza en lugar de una relación de solidaridad y respeto.
El paradigma tecnocrático defiende el crecimiento ilimitado e infinito y legitima la sobreexplotación insostenible del patrimonio natural. En otras palabras, sostiene la idea equivocada de que los recursos naturales pueden ser repuestos rápidamente y que los efectos negativos de la explotación del orden natural pueden ser fácilmente absorbidos o reparados.
El Papa critica una corriente de la teoría económica que supone individuos que se comportan bajo una lógica racional-instrumental para satisfacer sus deseos materiales y no materiales. Este supuesto sugiere y legitima una visión de mundo y una ética utilitarista y egoísta de relacionamiento entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza. Proyecta la visión de agentes económicos que actúan, única o principalmente, como actores maximizadores de utilidades desacoplados e indiferentes de sistemas ecológicos y sociales. Lo que implica naturalizar un tipo de comportamiento que pone los deseos individuales y la búsqueda de su satisfacción por encima de las necesidades de la colectividad y de los límites naturales.
Por lo tanto, la Encíclica cuestiona las implicaciones morales del razonamiento económico dominante: la aceptación de seres humanos con deseos infinitos y que se orientan a la maximización de sus intereses individuales a cualquier costo colectivo y natural. Y va más allá, critica la defensa del principio del mercado libre y no regulado como el principal mecanismo de asignación de recursos y un orden económico orientado a la acumulación y la concentración de riqueza. En específico apunta a las limitaciones de las soluciones de mercado para superar las injusticias sociales y los problemas ambientales.
Sin lugar a dudas la Encíclica es una invitación a la reflexión sobre las consecuencias sociales y ambientales de la forma como entendemos, analizamos, enseñamos y justificamos la construcción de sistemas económicos a nivel nacional y global. El debate está abierto.
Fernanda Wanderley es socióloga investigadora