La lucha feminista y la nueva ola conservadora
Sabemos que la historia de la humanidad no sigue una línea recta y ascendiente con mejoras continuas de la vida en sociedad. Los retrocesos y los avances muchas veces vienen juntos, y las contradicciones se multiplican. Una de estas contradicciones se manifiesta actualmente entre, por un lado, la ola conservadora y populista que amenaza debilitar democracias (más y menos consolidadas) y, por el otro, las crecientes movilizaciones sociales, como la lucha feminista por la igualdad y la equidad entre mujeres y hombres.
El último 8 de marzo, en ciudades de diferentes países, las mujeres han salido a las calles para denunciar el femicidio, el tráfico de mujeres, la esclavitud moderna, el acoso sexual, la discriminación en los ámbitos laborales, de protección social y político, y todas las formas de violencia que sufren las mujeres.
Los movimientos "Ni una menos” y "No es No” son algunas de las acciones ciudadanas centradas en la identidad colectiva feminista, la cual se va fortaleciendo con la inclusión de jóvenes y adolescentes. Estos movimientos articulan a mujeres sin importar sus diferencias -edad, clase, ideologías, preferencias políticas o sexuales-. Por encima de lo que les separa está la creciente conciencia de las violencias físicas y simbólicas que las mujeres están sometidas en las sociedades patriarcales y machistas.
La violencia física que sufren las mujeres está presente en todos los espacios sociales: en las familias, el trabajo, las dependencias del Estado, las empresas, las calles, cafés y discotecas.
Dos ejemplos recientes. En el último Carnaval de Río de Janeiro, a cada cuatro minutos una
mujer sufrió algún tipo de agresión. En Guatemala 36 jóvenes murieron en un incendio después de un intento de fuga y de búsqueda de atención sobre los abusos sexuales y maltrato que sufrían en un albergue estatal. Fueron años de denuncias sin respuestas por parte de las autoridades estatales y la sociedad guatemalteca.
La violencia simbólica acompaña, produce y justifica la violencia física. Según el sociólogo Pierre Bourdieu, la violencia simbólica es la introyección de categorías mentales y formas de ver el mundo que naturalizan prácticas, y relaciones de poder por parte de dominantes y dominados, en este caso hombres y mujeres. El cuestionamiento de estas estructuras mentales es un proceso difícil y que toma tiempo.
La creciente movilización de las mujeres muestra, sin embargo, que es posible desestructurar la violencia simbólica. La consigna "No es No” expresa la desnaturalización del acoso sexual por parte de las mujeres: una lucha por transformar la percepción del acoso como una expresión inocente de masculinidad para ser entendido como una práctica de irrespeto, violencia y de vulneración de derechos humanos básicos.
El movimiento "Ni una menos” avanza en la problematización pública de la violencia en las relaciones íntimas que matan a miles de mujeres en todo el mundo. En décadas pasadas el movimiento "Si se ama no se mata” también cuestionó la justificación moral y legal del asesinato por manos de cónyuges y novios.
Las feministas entendemos que los cambios en las estructuras simbólicas y de poder son difíciles y que todavía falta mucho para garantizar el ejercicio efectivo de derechos por nosotras.
Comprendemos que pese a los importantes resultados ya logrados tanto en términos legales como de la creciente participación en diferentes ámbitos sociales, éste es un proceso que sigue encontrando muchas resistencias y ataques.
Los desafíos del movimiento feminista son varios y vienen desde diferentes frentes. Por un lado está el empuje de utilización de las causas feministas por parte de regímenes políticos que se presentan como "progresistas”, pero que son conservadores en sus programas económicos, no democráticos en sus acciones políticas y no verdaderamente comprometidos con la transformación de las estructuras de poder patriarcal. Por otro lado están las arremetidas más frontales desde la ultraderecha, que abiertamente defiende retrocesos en los derechos humanos y ciudadanos ya conquistados.
El fortalecimiento de las luchas por sociedades equitativas, socialmente justas y libres de violencias físicas y simbólicas depende de la articulación creciente entre diferentes movimientos sociales: feministas, LGBT, obreros, campesinos, indígenas, ambientalistas, activistas de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores, entre muchos otros. También requiere articulaciones cada vez más profundas con las nuevas generaciones de mujeres y hombres.
Es una lucha que avanza en los ámbitos nacionales e internacionales con la adhesión de ciudadanos(as) comprometidos y dispuestos a defender los derechos de las mujeres en sus vidas privadas y públicas.
Fernanda Wanderley es socióloga investigadora.